jueves, 30 de mayo de 2019

Presentación del libro Trujillo y la Costa Norte en la historia del Perú


Nota de Prensa 

Presentación del libro Trujillo y la Costa Norte en la historia del Perú

El Instituto Raúl Porras Barrenechea, Centro de Altos Estudios y de Investigaciones Peruanas, tiene el agrado de invitarle a la presentación del libro Trujillo y la Costa Norte en la historia del Perú. Sociedad, género y cultura que contará con la participación de los historiadores Carlos Hurtado (UNMSM) y Susana Aldana (PUCP). 

El evento académico se realizará el día viernes 7 de junio de 2019, a las 6: 30 p.m., en el auditorio provisional del Instituto, Av. Ricardo Palma 341, Miraflores. El ingreso es libre. 

Trujillo y la Costa Norte en la historia del Perú es una publicación editada por Carlos Hurtado, Juan Castañeda y Ricardo Morales a través de la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de Trujillo. El libro presenta seis investigaciones históricas que se han realizado en la joven Escuela de Historia de esa casa de estudios y un estudio introductorio que sitúa esas investigaciones dentro de la historiografía producida en las universidades regionales. La publicación discute temas sociales y culturales que contribuyen a presentar la realidad heterogénea y diversa del Perú entre los siglos XVIII y XX.  

Carlos Hurtado Ames

Es doctor en Historia por El Colegio de México; maestro en Historia por la misma institución; magíster en Antropología por la Pontificia Universidad Católica del Perú; licenciado en Historia por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; Investigador Calificado por el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica del Perú, Regina núm. 15700. Fue docente de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Trujillo. En la actualidad es Profesor Asociado de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Susana Aldana Rivera

Historiadora, licenciada por la Pontificia Universidad Católica del Perú, maestra en Historia Andina por Flacso (Quito) y doctora por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Tras varios años de trabajo en proyectos de investigación con ONG peruanas (Cipca-Piura; Patrimonio Perú) y extranjeras (IRD-Chiclayo), se asentó en Lima y ha enseñado en varias universidades, como la PUCP, la Universidad de Lima, la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, la UNMSM y la Universidad ESAN. Ha sido Scholar in Residence de la University of Alabama con una Fulbrigh Visiting Scholar Grant y obtuvo la Thomas Hawkings Johnson Visiting Scholar en la US Military Academic, West Point. Los diversos talleres de actualización de profesores que ha dictado dentro del Perú los ha combinado con múltiples publicaciones, desde libros hasta artículos en revistas internacionales y nacionales diversas.

El ingreso es libre. 

Mayor información: ediciones.irpb@unmsm.edu.pe 

miércoles, 22 de mayo de 2019

Tercera Sesión del Conversatorio de Historia Contemporánea

Nota de Prensa 

Tercera Sesión del Conversatorio de Historia Contemporánea 


Raúl Porras Barrenechea y su legado como servidor público


El Instituto Raúl Porras Barrenechea, Centro de Altos Estudios y de Investigaciones Peruanas, tiene el agrado de invitarle a la conferencia intitulada Raúl Porras Barrenechea y su legado como servidor público a cargo del doctor Dante Paiva Goyburu. 

Este evento académico se realizará el día viernes 14 de junio de 2019, a las 6 p.m., en el auditorio provisional del Instituto, Av. Ricardo Palma 341, Miraflores. 

El propósito de la exposición es presentar a Raúl Porras Barrenechea como funcionario, a partir de su desempeño en distintas entidades: Corte Suprema de Justicia, Ministerio de Relaciones Exteriores, Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Congreso de la República, resaltando las particularidades y características de su forma de trabajo al servicio del Estado peruano. 

Dante Paiva es magíster en Derecho con mención en Derecho Constitucional y Derechos Humanos. Doctor en Derecho y Ciencia Política por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, de la Comisión Consultiva y de la Comisión de Estudio de Derecho Constitucional y Derecho Procesal Constitucional del Ilustre Colegio de Abogados de Lima (2017-2018). Secretario de Redacción de la Revista Peruana de Derecho Público. Docente universitario en las especialidades de Derecho Constitucional, Derecho Procesal Constitucional, investigación jurídica y Derechos Humanos en pre y posgrado. 

El ingreso es libre. 

Mayor información: ediciones.irpb@unmsm.edu.pe 

jueves, 9 de mayo de 2019

LA UNIVERSIDAD Y LA CULTURA PERUANA


LA UNIVERSIDAD Y LA CULTURA  PERUANA[1]

No podía dejarse de oír  en el cuarto centenario de San Marcos, una de las más trascendentes conmemoraciones históricas de nuestro siglo, la voz del Instituto de Historia de la Universidad, depositario espiritual de la tradición de esta casa de estudios. Como Director de él, no obstante mi voluntad de retraimiento, he aceptado el encargo honroso de esta conferencia, por respeto a las constituciones del claustro y por mi devoción al pasado que perdura dentro de estos muros históricos. Es deber de todos, en estos días de conmemoración, decretados por el tiempo, revivir con sentido gratulatorio el recuerdo de los que estudiaron y trabajaron dentro de este recinto, en la obra silente de la cultura, y alentaron el mismo ideal nuestro de superar los contrastes de la realidad con el culto, incapaz de desaliento, de las tareas del espíritu.
            Ningún sitio más propicio para enmarcar esta conmemoración que esta capilla del antiguo Noviciado jesuita, dedicada a Nuestra Señora de Loreto, y e cuyo artesonado parecen reflorecer, engarzadas en oro, las frases matinales de la letanía, que recitaban los colegiales de San Carlos antes de ingresar a la cátedra de Prima, para enfrascarse en la monótona lectura de las Decretales o del Digesto o debatir las doctrinas del Doctor Angélico o del maestro de las Sentencias. Aquella Universidad, encarnada en el siglo XVII, en sus colegios mayores, tuvo como la de ahora, sus días de quietud y de trabajo en las aulas saturadas del ergotismo y de latín, pero dejó también espacios para la alegría saludable en sus días de fiesta; en los grados y paseos del Rector y de los estudiantes, entre la algazara ciudadana, desde la Universidad a la capilla de la Antigua de la Catedral; en las fiestas del patrono San Marcos y de San Bernardo; en las burlas joviales del vejamen, en que revivía la más jacarosa  tradición salmantina, y, particularmente, en el recibimiento solemne de los  Virreyes, en que la Universidad desplegaba su boato de maceros, estandartes, togas y bonetes, espuelas doradas, espadas simbólicas y guantes doctorales, e inundaba la sala el incienso del panegírico al Virrey, “nuevo héroe de la fama”, ante el cual, sin embargo, tenían el derecho de permanecer  cubiertos, como  símbolo de los fueros de la inteligencia, los doctores graduados en San Marcos.
            Y la evocación, que propicia el claustro colonial, se completa con la implantación en ella de la vieja tribuna de la Universidad, desde la que el criollo Baquíjano y Carrillo cambiara por primera vez la voz de la lisonja virreinal por el sereno alegato contra la injusticia, y la reprimida emoción de la libertad.  Desde esta misma tribuna, la Universidad siguió el ritmo palpitante de las horas más decisivas de nuestra historia escuchando desde ella el último panegírico hinchado en honor de los Virreyes Abascal y Pezuela, y el elogio, todavía redundante y cortesano, pero henchido de esperanza, de Figuerola, de Larriva y de Pedemonte para San Martín y Bolívar, hasta que se oyó vibrar en ella, en el recinto del Congreso Constituyente, la palabra de Sánchez Carrión, proclamando las bases intangibles de la república y exigiendo la virtud como el más auténtico atributo del régimen democrático. Desde ella resonaron también las nobles palabras del adiós de San Martín al Perú, que contienen la más noble lección que haya recibido nuestra democracia. Entre estos claustros de naranjos y de jazmines, oreados de latín y de sabiduría, discurrieron los maestros y los estudiantes que ennoblecen la historia de la acción y del pensamiento durante el siglo XIX. Por ellos debió cruzar, seguido del respeto y la admiración de los escolares, largo y escuálido, achacoso y curvado por los años, pero joven por el espíritu, bajo su manto raído, el viejo Rector don Toribio Rodríguez de Mendoza, el representativo de la Ilustración en el Perú y reformador de los métodos de enseñanza, quien, ante las inquisiciones de los visitadores alarmados por el espíritu de renovación que circulaba por los claustros, proclamaba que había enseñado durante treinta años a varias generaciones no sólo del Perú sino de otras regiones de América, infundiéndoles el espíritu de los tiempos y desterrando restricciones y métodos inútiles. En las celdas de este colegio que daban al patio vivieron, bajo aquel insigne Rectorado, aquellos estudiantes de la época revolucionaria que, a semejanza de sus hermanos de América, con los dedos manchados de tinta y el alma nutrida con leche del Contrato Social, atemperados sus hervores por le ecuanimidad de los clásicos y el rigor de la Escolástica, dormían sobre colchones de  libros prohibidos o redactaban panfletos que se imprimían en Chile y en Buenos Aires. En los libros de matrícula y de actos, figuran los nombres de todos ellos, anónimos o gloriosos, pero poseídos de un espíritu colectivo de los que hacen patria, llamáranse Francisco Javier Mariátegui, el primer Secretario de Congreso Constituyente y que fue más tarde figura patricia de nuestro republicanismo: José Faustino Sánchez Carrión, el audaz impugnador de la monarquía en la carta del Solitario de Sayán; Manuel Pérez de Tudela, que habría de redactar el Acta de la Independencia; Justo Figuerola, que encarnaría los principios civiles en nuestra historia republicana y arrojaría la banda presidencial por un balcón, o José Joaquín Olmedo, que componía odas conforme a la retórica clásica, en honor de las infantas difuntas, para prepararse a cantar la gloria de Junín y volvería más tarde a Lima, a palpar, casi ciego, las paredes de su celda de estudiante donde había preparado disertaciones filosóficas y matemáticas, rezado la letanía lauretana en esta capilla, y cruzado sobre el pecho, según sus propios versos la banda azul de los colegiales de San Carlos, que es “insignia de honor en mi colegio”.
            Son estas convocaciones, caras al espíritu universitario y nacional, las que inspiran este homenaje centenario. Tenemos conciencia los profesores actuales de San Marcos, al margen de todo egoísmo o vana palabrería, de que nuestra Universidad ha cumplido, frente a las contingencias de la realidad de todos los tiempos, sus labores esenciales en la transmisión de la cultura occidental, en la investigación de la realidad peruana, en la búsqueda anhelosa de una cultura propia y en la formación de una conciencia de la nacionalidad. No se limitó ella exclusivamente a copiar o repetir lo extraño, a trasplantar la cultura europea humanista, sino que, en determinados momentos de su vida, removidas las aguas estancadas del saber rutinario por un soplo de renovación, acertó a hallar, debajo de la cultura importada, los gérmenes vitales de una cultura propia que era imposible lograr de un golpe, ni diferenciar tampoco, en un minúsculo empreño cantonal, de la unidad indivisible de la cultura universal.
            Es, precisamente, en esta hora de serena contemplación histórica, en la que cabe redimir, tanto a la Universidad colonial como a la republicana, de estas acusaciones simplistas e improvisadas. Si es cierto que la Universidad de los siglos CXVI y XVII vivió bajo el yugo de la Escolástica y de Aristóteles, y trabajó sometida al imperio del magíster dixit, no cabe  negar que en el ambiente claustral de os conventos y colegios se fueron formando lentamente, en una quietud de tiempo medioeval, profunda y severa, los cauces por donde debía correr la savia de una cultura propia. Es nota distintiva del carácter hispánico, como lo ha hecho notar con su sabia ecuanimidad, don Ramón Menéndez Pidal, la sobriedad frente a lo nuevo y novedoso, y la adhesión a lo antiguo, dentro de un estilo de vida parco de apetencias y amante, en especial de las disciplinas necesarias. Prohibiciones y restricciones no embargaron nunca la libertad incoercible del pueblo español que, como ha dicho Renan, supo hallar siempre, aun en los períodos más duros del absolutismo, el camino de su libertad interior en las mazmorras y en las celdas, y hablar por labios de sus místicos o de los inmortales personajes de sus novelas. Las prohibiciones externas sobre el tráfico intelectual de libros o sobre la pureza dogmática, no ahogaron en la universidad colonial el espíritu de investigación en las ramas desinteresadas de la cultura. Desde el siglo XVI la Universidad, urgida por el medio, abordó y llevó a cabo la tarea de descubrir y estudiar las lenguas indígenas. Fray Domingo de Santo Tomás descubrió los secretos de la estructura gramatical del quechua y los tesoros culturales del Incario, encerrados para la etnografía futura en su Léxico, publicado en Valladolid, hacia 1560. La labor quechuista realizada por los dominicos, por los jesuitas Torres Rubio y González Holguín, y por los catedráticos de lengua general de la Universidad de San Marcos, con sus artes y vocabularios constantes de los siglos XVI y XVII, es una tarea científica de primer orden, que sienta las bases de la cultura peruana y que no ha sido quizás superada hasta ahora. La Universidad colonial tuvo, durante doscientos años, una cátedra de quechua que no se dictó en la Universidad republicana sino desde hace dos lustros. El esfuerzo lingüístico de la Universidad limeña abarcó el aymara, el puquina, el araucano; y un limeño, alumno del Colegio de San Martín, el jesuita Antonio Ruiz Montoya, descubrió los secretos del guaraní y publicó el primer Arte y Vocabulario de esa lengua en 1640. La Universidad de San Marcos, fue así, en el siglo XVII, el foco principal de estudio de las lenguas sudamericanas, a las que prestó colaboración esencial, y pudo, desde su lejanía geográfica, ufanarse de ser una Alcalá de Henares indiana.
En el orden jurídico, la Universidad y los colegios no sólo difundieron enseñanzas universales del derecho romano y encarnaron en nuestra legislación el noble hálito moral del derecho castellano y de las Partidas, sino que, a través de los juristas que vivieron en Lima y respiraron el aire de nuestra cultura, se hallaron y definieron, con excelsitud doctrinaria, las líneas esenciales del nuevo derecho hispano-indígena, que se plasmó en las obras de León Pinelo, de Escalona y Agüero, y de Hevia Bolaños, y culminaron en la arquitectura vigorosa y libre de la Política Indiana, de Juan de Solórzano y Pereyra, escrita en Lima en días de completo absolutismo.
Tardía, pero eficazmente, la Universidad impulsó en el siglo XVIII los estudios geográficos sobre  el Perú, que comprendía entonces toda la América austral, a excepción del Brasil, y asumía en los mapas ingenuos y rudimentarios de la época, la forma de un corazón. La geografía había sido en el siglo XVI una tarea peninsular encomendada a la Casa de Contratación de Sevilla, que fue como una universidad ultramarina de navegaciones y cartografía, una escuela de pilotaje, y la depositaria de cartas de los argonautas, de las relaciones de viajes y de las descripciones geográficas de la época de Felipe II. En 1657 se instaló en Lima una Academia Naútica, bajo la dirección del primer catedrático de Matemáticas de San Marcos, Francisco Ruiz Lozano, que inició las tareas del cargo de Cosmógrafo, el que recayó más tarde en catedráticos de la Universidad, como Peralta, Cosme Bueno y Unanue. Estos nombres son, por sí solos, expresivos del desarrollo de la ciencia geográfica colonial. Peralta ayudó al Padre Feuillée en observaciones astronómicas. Cosme Bueno escribió la primera Geografía del Perú, y Unanue definió  por primera vez la influencia del clima sobre le carácter peruano, con originalidad y suficiencia.
En el orden de las ciencias, a pesar de la estrechez de las cátedras y de los programas de enseñanza de entonces, hubo en los estudiosos coloniales, herederos de la tradición científica de los padres Acosta y Cobo, una inquietud constante por los estudios botánicos y de historia natural, que reflorecen en el siglo XVIII con el llamado a la ciencia experimental de Rodríguez de Mendoza, y con el aporte externo que representan las investigaciones científicas de Antonio de Ulloa, el formidable ejemplo de la  Flora Peruviana y Chilensis, de Ruiz y Pavón, y la exploración del Obispo Martínez Compañón. En el campo de la Medicina, el atraso y el empirismo que fustigó Caviedes, se desvanecen con la fundación del Colegio de Medicina de San Fernando, presidido por Unanue, quien inicia los estudios prácticos de Anatomía, e incorpora esa noble  rama de la ciencia entre los institutos básicos de nuestra Universidad.
            Si la universidad colonial cumplió su labor docente y humana al enseñar el pensamiento clásico y escolástico, al difundir las ideas de la Ilustración y al recibir en su seno a estudiantes venidos de todas partes de América, con un sentido continental inherente a toda nuestra historia, la Universidad republicana, obstruída muchas veces en su atarea por la anarquía o el autoritarismo externos, ensanchó y renovó los estudios tradicionales, incorporando disciplinas, cátedras e institutos nuevos, y recibiendo el aporte de todas las corrientes intelectuales europeas y americanas, sin restricción alguna. En el siglo XIX florecen especialmente las disciplinas jurídicas con un sentido liberal y nacional a mismo tiempo, que se exterioriza en la obra ciclópea de García Calderón, en las lecciones de Derecho Civil de Pacheco, en los estudios de Derecho Constitucional Peruano de Fuentes y Villarán, y en los tratados de Derecho Internacional de Herrera, Silva Santisteban y Ribeyro. La universidad republicana no es tampoco una entidad huera y formularia, sino que trasfunde su espíritu a la política y a la acción, y son los jurisconsultos egresados de San Marcos quienes llevan la doctrina al parlamento, al ministerio y a las leyes en los períodos ilustrados del caudillismo, y cuyos nombres fulguran al pie de los decretos de abolición de la esclavitud, de promulgación de los códigos, de declaración de la instrucción pública obligatoria, de implantación de las leyes de trabajo, o al pie de las notas diplomáticas que preconizan la defensa de la jurisdicción y, frente a las amenazas de los imperialismos europeos, el arbitraje y la solidaridad continental.
El tema que se me ha señalado para esta conferencia es el de la Universidad y la Historia.  Interpretado literalmente sería un tema limitado y de muy escasa comprensión.
La historia, que es forjadora de patria, no se enseñó en la Universidad colonial. Los estudios históricos no tenían cabida tampoco en las antiguas universidades, porque la historia no había adquirido categoría de ciencia y se consideraban los relatos históricos como una forma de la elocuencia que se exhibía en las cátedras de Retórica. Los estudios históricos orgánicos, aplicados al Perú, comienzan, en realidad, a mediados del siglo XIX, pero la verdadera investigación científica en nuestra historia es tarea de los últimos cincuenta  años. Reducir a este circuito el cuadro de la historiografía peruana, sería disminuirlo intelectualmente y en su proyección nacional, prescindiendo de períodos fundamentales en la evolución del concepto histórico peruano y de los elementos cardinales de nuestra historia. Ello implicaría prescindir de la tradición histórica de los Incas, de sus instituciones y costumbres perpetuadoras del pasado, que fueron mucho más intensas y eficaces que muchas de las instituciones coloniales y del presente, y nos obligaría a suprimir, también, todo el sustancial aporte de las crónicas de la conquista sobre la aventura española  y sobre el pasado indígena, con sus revelaciones fundamentales sobre la tierra y los secretos de la naturaleza recogidos por soldados y por frailes fundadores de esta Universidad. NO puede olvidarse que la conquista lleva invívito un germen de cultura, que se trasvasa y brota inmediatamente con la implantación del lenguaje y la catequesis, ni que el contrato para la conquista del Perú está suscrito por los soldados que no sabían firmar y un “maestrescuela”, o sea uno de esos profesores de gramática y de cánones, de canto llano y de latín, que fueron tanto en Europa como en Indias por precursores de la enseñanza universitaria.
            La tarea de la Universidad es la de recoger todas las palpitaciones de la vida nacional y las diversas contribuciones autóctonas e importadas que enriquecen nuestra cultura, con afán de unidad y de síntesis. Por eso quisiera hablar, con un sentido integral propio de la Universidad, de los estudios históricos en el Perú, comenzando por donde comienzan éstos en nuestra realidad histórica, o sea por la historia de los Incas. Trataré, en seguida, de juzgar en forma panorámica el aporte de las crónicas castellanas, indias y mestizas, y el proceso de la historiografía peruana hasta el siglo XX,  prescindiendo, en lo que se refiere a los historiadores vivos, de cualquier juicio individual a que no me autorizan mis méritos, ni la falta de una perspectiva histórica adecuada.
            La aparición de la Historia es apreciada como un índice de civilización. Hegel consideraba que los pueblos que carecieron de Historia y que poseyeron únicamente leyendas o cantares populares, fueron pueblos de conciencia turbia y deben quedar excluídos de la historia universal. Shotwell considera que la Historia empieza con la escritura y que sólo donde hay inscripción hay historia. El pasado pre-inscripcional o pre-literario es vaguedad y leyenda, imposible de verificar por la posteridad. Ateniéndonos a estas premisas los Incas habrían carecido de civilización y de espíritu nacional, y las hullas dejadas por ellos serían insuficientes para atestiguar su pasado La realidad histórica, siempre móvil y variable, hace escapar sin embargo a los Incas el rigor de estas clasificaciones.
Por Raúl Porras Barrenechea


[1] Conferencia sustentada en el Salón de Actos de la Facultad de Letras, en el ciclo conmemorativo del IV Centenario de la fundación de la Universidad de San Marcos, el 17 de Mayo de 1951.

SUCINTA RELACIÓN DE HECHOS QUE DESCRIBEN LA HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS


SUCINTA RELACIÓN DE HECHOS QUE DESCRIBEN LA HISTORIA DE LA
UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS[1]

Fundada mediante Real Provisión, refrendada por los reyes Carlos I de España o Carlos V, emperador de Alemania, y su madre la reina Juana, dada en Valladolid, el 12 de mayo de 1551.  
Gracias a la iniciativa de  fray Thomás de San Martín que contó con el apoyo e impulso del Cabildo de Lima que nombró como procuradores al mencionado fraile, prior de la orden regular de los dominicos asentados en Lima, y al capitán Jerónimo de Aliaga (Villarán, 1938), quienes se encargaron, con éxito, de las gestiones ante la real corte. El Studio General y Real Vniversidad de la Ciudad de los Reyes (prístino nombre), el cual contaba con los mismos “privilegios, franquezas y libertades que los que tenía la Universidad de Salamanca” (Constituciones 1602, 1735), entró en funciones, el 2 de enero de 1553 (Valcárcel, 1968), luego que en la Sala Capitular del Convento del Rosario de la Orden de los Dominicos, primera sede institucional, se diera cumplimiento oficial de la Real Cédula de fundación. Este acto contó con la concurrencia de la Real Audiencia de Lima presidida, a la sazón, por el licenciado Andrés Cianca y el enviado de la Corona D. Cosme Carrillo, primer miembro laico del cuerpo docente (Eguiguren, 1940).
En 1571, en medio de una gran crisis institucional y subsiguiente primera gran reforma, la Universidad se mudó, después de 18 años, a los terrenos que dejara la orden de San Agustín en los que luego se fundaría el Convento de la Santísima Trinidad y parroquia de San Marcelo (segunda sede institucional). Es precisamente en este año cuando el Papa San Pío V emite la Bula, el 25 de julio de 1571, que confirmó las calidades y condiciones con las que el emperador había fundado la universidad acorde a las normas del regio patronato. Las reformas continuaron y como producto de ello, en 1574, se decide cambiar el nombre de la universidad por el de uno de los cuatro evangelistas de la iglesia. Luego de un sorteo salió elegida la advocación de San Marcos, lo que significó un cambio sustancial en el nombre de la institución universitaria, que se sumó a los diferentes títulos ya otorgados. Por consiguiente, su nombre cambió al de Real Universidad y Estudio General de San Marcos de la Ciudad de los Reyes del Perú” o de Lima, nombre que a lo largo del tiempo sufriría varias modificaciones. Finalmente, desde 1943 hasta la actualidad, se le denomina Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Pinto-Bazurco 2014).
Nuestra universidad también participó, activamente, en los distintos episodios históricos de la gesta emancipadora contribuyendo con la formación y participación de los principales ideólogos y precursores de la causa como: José Baquíjano y Carrillo, Vicente Morales Duárez, Toribio Rodríguez de Mendoza, entre otros. En 1821, firmó y reconoció la Independencia del Perú, además de brindar su sede principal en la que estuvo por más de 300 años, antigua Casa de probación para jóvenes mestizas de San Juan de la Penitencia (tercera sede), para la instalación de la Asamblea Constituyente de 1822 convocado por el Protector José de San Martín. También actuó en la defensa de la patria ante los ataques españoles que pretendían recuperar las antiguas posesiones coloniales y cuyo principal héroe fue el sanmarquino José Gálvez (2 de mayo de 1866). Tampoco fue ajena a los hechos acaecidos en la infausta guerra con Chile, en la cual se vio afectada al perder importantes bienes (libros y laboratorios), así como la vida de muchos valerosos sanmarquinos en las distintas batallas (Herrera, 1981).
En nuestra historia contemporánea su participación ha sido vital para el desarrollo de la educación universitaria como lo fue en los primeros años del siglo XX, en medio de la Reforma Universitaria, donde se erigió y destacó la incólume figura de Raúl Porras Barrenechea junto a Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre y muchos más (Porras, 2010). Así mismo, ha sido centro de debate para diferentes corrientes de pensamiento y de resistencia ante los embates de la insania terrorista que atentaron contra el Estado y el desarrollo de la educación a finales de los ochenta. Situación que no mermó el espíritu sanmarquino que, el 2010, se vio enaltecido con el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a un insigne sanmarquino, Mario Vargas Llosa. 
A la luz de la historia en sus cuatro siglos de existencia, el protagonismo inequívoco de la universidad más universal de todas, la Decana de América, se destaca per se. Cuya participación continúa, activa y vigente, a través de la formación constante de profesionales en las distintas ramas académicas siendo principal objetivo: el construir los mejores derroteros para el desarrollo de nuestro país en pro y beneficio de todos.

Por Ricardo Pinto-Bazurco Mendoza


REFERENCIA DOCUMENTAL
  • Constituciones de la Real Universidad de Lima. 1571.
  • Constituciones de la Real y Pontificia Universidad de San Marcos. 1581.
  • Constituciones y Ordenanças de la Vniversidad, y Stvdio General de la Civdad de los Reyes del Piru, Lima: 1602.
  • Constituciones Añadidas por los Virreyes, Marqves de Montesclaros y Príncipe de Esqvilache, a las que hizo el Virrey Don Francisco de Toledo para la Real Vniversidad, y Estvdio General de San Marcos de la Civdad del los Reyes del Perv. Madrid: 1624.
  • Constituciones y Ordenanzas Antiguas, Añadidas, y Modernas de la Real Vniversidad, y Estudio General de San Marcos de la Ciudad de los Reyes del Perú. Lima: 1735.
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[1] Reseña publicada, originalmente, en el año 2016 para la Oficina General de Imagen Institucional de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Conferencia: "Raúl Porras Barrenechea. Un caso de representación política en un contexto de transición" Martes 21 de mayo del 2019 (6 p.m.)

En la conferencia la autora analizará la figura de Raúl Porras Barrenechea en torno a su rol como Senador de la República en el período 1956-1958. Un breve paso por el Congreso que dejó una huella indeleble, pues hoy en día en el ex hemiciclo del Senado se muestra un retrato de cuerpo entero de nuestro personaje, justamente porque trascendió por su labor como representante.  La propuesta de la autora es "que en un contexto de transición democrática, contribuyó a reconstruir la relación con la sociedad a través de sus acciones parlamentarias expresadas en pedidos, mociones de orden del día, proyectos e intervenciones parlamentarias. De ahí que de las clásicas funciones de representar, legislar y fiscalizar, Porras privilegió la labor de representación. Esto es muy actual, dada la crisis de representación que vivimos en nuestros días. Analizando a Porras podemos encontrar las claves para superar la crisis de representación mencionada".

Carlota Casalino Sen es doctora en Ciencias Sociales en la especialidad de Historia por la UNMSM, Magíster en Historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es docente a nivel de posgrado y pregrado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; a cargo de la Cátedra de Historia de América y el Curso Seminario de Tesis, y en la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde dicta diversos cursos de Historia (Perú, América Latina, entre otros).
Es investigadora y tiene diversas publicaciones sobre temas sociales (muerte, mujeres, expósitos, coolíes, empresarios, grupos económicos), de cultura y de política (análisis sobre las representaciones del Perú, la construcción de los héroes patrios, análisis de procesos electorales, celebraciones y rituales públicos, configuración de los organismos electorales, entre otros), destacan la compilación sobre las intervenciones de Raúl Porras Barrenechea en el Senado de la República, cuando fue elegido Senador para el período 1956-1960, y Raúl Porras Barrenechea, intelectual, parlamentario y canciller: una vida dedicada al Perú.

martes, 7 de mayo de 2019

El 380 aniversario de la Universidad por Raúl Porras Barrenechea (Jeromillo) - (Lima, jueves 21 de mayo de 1931)

El 380 Aniversario de la Universidad[1]


Hoy festeja la Universidad con nueve días de atraso, por circunstancias fortuitas, el 380 aniversario de su fundación por Fray Tomás de San Martín[2], quien obtuvo de los Reyes de España la cédula de erección de San Marcos, con las mismos títulos y privilegios que la Universidad de Salamanca. La historia de esos trescientos ochenta años de Universidad no se halla aun dilucidada ni escrita, por lo que el erudito secretario de la Universidad, doctor Jorge Guillermo Leguía, disertará hoy en la cátedra perínclita de Peralta y de Baquíjano, sobre el aporte sanmarquino a la cultura nacional. Con elocuencia y versación el discurso de hoy pondrá de relieve: la participación de la Universidad en el moldeamiento del espíritu colonial—solemnidad verbalista, ergotismo vanidoso  o pedantería doctoral-; la inquietud finisecular del setecientos; el decisivo papel de maestros y de alumnos— ecuanimidad de Rodríguez de Mendoza, ímpetu juvenil de Sánchez Carrión— en la preparación de la libertad; el auge doctrinario de los primeros años de la República que fue conciencia del orden y de la autoridad en Herrera y fervor por la soberanía popular en Gálvez; el renacer del énfasis y de la retórica en la Universidad del siglo XIX, algunos de cuyos tambores mayores sobrevivieron a su centuria, y el vuelco institucional impuesto a la Universidad, por las revoluciones estudiantiles de 1919 y 1930, gestoras de un nuevo tipo de plantel superior, inspirado exclusivamente en las genialidades de nuestro ambiente.

Hace bien la Universidad de Lima en recordar su pasado y en reivindicar sus prestigios intelectuales y cívicos, bastante desdeñados últimamente por una corriente de oposición incomprensiva. Ayer, casualmente, un profesor de Cambridge habló en San Marcos, con entusiasmo en el que cabían la emoción  y el humor de la vieja casa estudiantil inglesa, de sus tradiciones y recuerdos, de sus rincones característicos, sus colecciones de libros encadenados, sus tesoros artísticos y bibliográficos, costumbres estudiantiles, los Proctor y los bulldogs, los hombres de estado y los filósofos, los poetas o los bogas que han pertenecido a la Universidad desde Cronwell y Bacon, hasta Milton, Tackeray y, Newton, Darwin y hasta el equipo de remo de Trinity Hall. Y todo ello, por cierto, sin plañidos románticos, sino; con una generosa simpatía llena de espíritu fraterno, hacia los que trabajaron en la misma obra inmensa y secular.  
Nuestra Universidad, en plano más modesto que Cambridge, puede también exhibir blasones seiscentistas y otorgados por los reyes, ánforas de plata como las que reflejó ayer la pantalla evocadora, viejos cronicones apolillados de Calancha y Menéndez, y en vez de ventanales góticos y de “Combinations rooms” viejas capillas barrocas en cuyos techos iluminados podían hallar los ojos de los estudiantes distraídos el místico camino de la letanía.

No es cierto que todo fuera dialéctica y panegírico, metafísica abstrusa, o retórica vacua en la vida tricentenaria de San Marcos. La Universidad tuvo que vivir cerca del alma popular y encarnarla en los momentos álgidos de su historia. La Universidad surgió como un anhelo de paz y de cultura de las luchas sangrientas y bárbaras de la conquista, durmió con los virreyes la siesta colonial, recibió y trasmitió las primeras influencias del enciclopedismo, fue foco de conspiracio nes libertarias y academia de turbulencia en los años precursores de la patria y en los días republicanos que corren ofreció el risueño espectáculo de sus doctores y estudiantes oponiendo su saber universitario a la improvisadora intuición de los graduados en sable y charretera, como cuando don Ramón Castilla interrogaba a los avispados discípulos de don Bartolomé Herrera a qué cosa llamaban 'psicología". 
El destino de nuestra Universidad desde los años bravíos de las guerras civiles entre los conquistadores españoles, en que nació, hasta nuestra época de huelgas y motines, ha sido siempre revuelto, tumultuoso y pendenciero. El espíritu del fundador preside el destino de San Marcos. Dominico que por la paradoja da su vida fue compañero en la Española de Bartolomé de las Casas, el apóstol de los indios, y en la conquista del Perú de Fray Vicente Valverde, el victimario de Atahualpa. Fraile aventurero que anduvo montado a horcajadas sobre el lomo de la discordia, cabalgando entre el Cuzco y Lima, ya por los de Pachacamac, ya por los de Chile, por Almagro o Vaca de Castro, por Gonzalo o por La Gasca, llevando siempre entre los pliegues de sus manga cédulas y provisiones, acuerdos de cabildos, requerimientos o perdones y hasta trágicos y secretos pliegos cifrados que producían deserciones y asesinatos, los sangrientos racimos de Carbajal en las ramas de los árboles o la daga iracunda y sañuda de Núñez Vela.

Se ha dicho que nuestra Universidad vivió al margen del país, sin conocer ni estudiar la realidad nacional. Nada menos cierto. La realidad peruana fue siempre la misma, desde la fundación de San Marcos hasta hoy, y ya en su época se la sabía de memoria Fray Tomás de San Martín.

JEROMILLO[3]


EL PROGRAMA CONMEMORATIVO

Hoy celebra la Universidad Mayor de San Marcos el 380 aniversario de su fundación por Carlos V. Con tal motivo nuestra primera institución de cultura superior ha organizado el siguiente programa conmemorativo:

A las 9 a. m. serán izadas las banderas: nacional, de la Universidad y de los estudiantes. Aquella consiste en una tela color sangre arterial con el escudo universitario y el nombre de San Marcos en letras blancas; la última en una tela blanca con una letra U roja.

A las 10 a. m. se efectuarán juegos deportivos en el gimnasio de la Universidad.

A las 6 p. m. se realizará en el general una actuación solemne que se iniciará con una alocución del Rector.
En seguida se dará lectura a la Real Cédula de 1551 y a la Bula de PíoV, por el catedrático más joven de la Universidad doctor Manuel Argüelles Elguera. A continuación pronunciará el discurso de orden el doctor Jorge Guillermo Leguía. Secretario General de la Universidad. Finalmente habrá una audición musical por la señora Lily Rosay y el señor Andrés Sas.

Para conmemorar la fiesta se han hecho postales con la tricromía del escudo de la Universidad y la leyenda alusiva. El producto de la venta de esas tarjetas se dedicará a formar la base de los fondos destinados a la construcción del "Auditorium" de la Universidad.

El piano para la actuación de la tarde ha sido cedido por la casa Brandes.
La señora Lily Rosay y el señor Andrés Sas ejecutarán la audición anunciada en el programa las siguientes piezas:
1. — Berceuse — F. Chopin.
2. — Bourre fantasque. — E. Chabrier.
Piano por la señora Lily Rosay.
3. — Siembra. — Andrés Sas.
4. — Recuerdos. — Andrés Sas.
Violín y piano:
Señora Lily Rosay.
Señor Andrés Sas.


[1] Artículo en el diario “El Perú” (Lima, jueves 21 de mayo de 1931). p. 1 y 6.
[2] Todas las imágenes presentadas corresponden a la publicación original.
[3] Raúl Porras, como muchos de sus contemporáneos, recurrió al uso de seudónimos cuando empezaba su carrera intelectual y periodística en diarios y revistas de la capital.  La siguiente es una lista de los que utilizó entre los años 1915 y 1935:
• Benjamín, en Alma Latina (1915-16)
• Don Dimas de la Tijereta, en Hogar (1920)
• El Niño Goyito, en Variedades (14-IV-1923)
• Enjolras, en Almanaque de La Prensa (1920) y en La Crónica (1920)
• Jack, en Alma Latina (1915-16)
• Jeromillo, en Anecdotario (1931), El Perú (1931) y en Instantáneas (1932)
• Josésito, en Alma Latina (1915-16)
• Nicolasito, en Alma Latina (1915-16)
• Patojo, en Ilustraciones (1932)
• Pierrot, en Alma Latina (1915-16)
• R.P.B., en Mercurio Peruano (1920-30), Panoramas (1934) y el Boletín de la Biblioteca Municipal (1935)
• T.G. D´OR, en El Imparcial (1915) y en Alma Latina (1915-16)
• T.H.R., en Alma Latina (1915-16)
• Tintín, en Alma Latina (1915-16)